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Crónica de la excursión a Humedales de Tierra de Campos 8-9 febrero 2025

En esta ocasión celebramos el Día Mundial de los Humedales yendo de excursión a los Humedales de Tierra de Campos, en Palencia. En apenas dos días pudimos visitar algunos de los lugares más emblemáticos de la provincia, como las Lagunas de la Nava, de Boada y de Pedraza, ubicadas a pocos kilómetros entre sí, y de entidad similar. En aquellas interminables llanuras agrícolas de la comarca, y relegadas a las zonas inundables de las hondonadas, surgen algunas lagunas endorreicas (aquellas sin salida fluvial) como las mencionadas. El objetivo era disfrutar de la invernada de las aves acuáticas y complementar con la búsqueda de aves rapaces y esteparias típicas de aquellos ambientes.

Arrancamos el sábado 8 de febrero en el observatorio de la Laguna de La Güera, un humedal que podemos considerar como satélite de la Laguna de la Nava, e incluido en el mismo área de inundación. Antiguamente, previo a la transformación agraria del paisaje, habrían formado parte de la misma cubeta, pero gran parte de aquellas tierras se colmataron y desecaron para cultivar. En la actualidad, hay proyectos de restauración que buscan recuperar parte de estos humedales, pero siguen sometidos a otros intereses. En la invernada 2024-2025, la Laguna de la Nava no se ha mantenido con un nivel de agua mínimo por el desacuerdo entre las administraciones local y autonómica. Por suerte, a poca distancia, la Laguna de La Güera sí contaba con un buen nivel de inundación, y allí se concentraban la mayoría de aves acuáticas que hubieran estado más dispersas en su lugar típico.

El de las anátidas era el grupo más llamativo, tanto por diversidad como por número. De un solo vistazo se podían contemplar seis especies diferentes de patos y gansos. Los que más se hacían notar eran los ánsares comunes, venidos de latitudes norteñas a pasar el invierno. Hace no mucho, se contaban por decenas de miles, pero recientemente han ido descendiendo a ritmo de casi mil por año. Esta vez solo pudimos contar menos de 400 individuos. Es una pena, porque si ya es espectacular ver cientos, nada que ver con haberlo visto multiplicado. Por suerte, entre ellos había un grupo de barnaclas cariblancas, de plumaje más elegante, y que también les acompañan en la migración. Cerraban el cupo de patos norteños los cucharas comunes y los silbones europeos, como especies más reseñables.

Ánsares comunes y barnaclas cariblancas en la Laguna de La Güera.

A mediodía pusimos rumbo a Fuentes de Nava, para visitar la Casa del Parque de la Nava y Campos de Palencia. Este centro de visitantes se ubica en uno de los edificios históricos más relevantes de la comarca. No podemos más que recomendar la visita, tanto por aprender de las exposiciones y audiovisuales, como por poder charlar con el personal local, resolver dudas, o comprar algunos recuerdos, dejando una huella positiva y testimonio de nuestra visita a este rincón de la geografía ibérica. Después, fuimos a reponer energías con una comida compartida al aire libre, disfrutando del sol y las temperaturas agradables que tuvimos ese día.

Por la tarde emprendimos el rumbo a la cercana Laguna de Boada de Campos, también de restauración en tiempos recientes, y que presentaba mejor aspecto que las mencionadas anteriormente. Arrancamos con un paseo desde el pueblo, buscando los habitantes de las numerosas cajas nido instaladas en los proyectos conocidos como de «control biológico». Con estos nidales, las rapaces de medios abiertos consiguen un lugar donde criar, y resultan beneficiosas para la agricultura al ser consumidoras de los invertebrados y micromamíferos que en abundancia pueden competir con la cosecha. El primero de estos aliados que observamos fue un mochuelo europeo, en este caso en el tejado de una vieja edificación, posiblemente manteniendo su casa en lo que eran sus lugares tradicionales. Sí que vimos ocupación de algunas cajas por parte de cernícalos vulgares, que mostraban una elevada actividad vespertina para conseguir la cena.

En la laguna había dos especies de patos que competían en la mayor ocupación visual de la cubeta. Eran los ánades azulones y las cercetas europeas, que se contaban por cientos. No eran los únicos que contribuían a la algarabía del humedal, porque por allí también se movía un grupo notable de avefrías europeas, tan llamativas tanto posadas como en vuelo. También acudieron a la cita un grupo de jabalíes, que paseaban por los alrededores tranquilamente. Y, por si fuera poco, acudían al dormidero del carrizal numerosos paseriformes y bastantes aguiluchos laguneros, generando algún revuelo que otro a su paso. Entre ellos pudimos localizar y disfrutar de un ejemplar de aguilucho pálido, tan escaso en la mayoría de los campos de nuestra geografía.

Observación en el entorno de la Laguna de Boada de Campos.

Después de un atardecer con unas luces rojizas preciosas y unas sombras muy alargadas, la noche entró con rapidez, a la vez que algunos de sus moradores. Después de haber observado numerosos restos en cualquier caseta o estructura que sirviera como posadero, entraron en acción las lechuzas comunes, tan efímeras como impresionantes de observar en vuelo. Esta vez tuvimos la suerte de disfrutarlas varias veces en el camino de vuelta entre el observatorio y el pueblo, donde rondaron alrededor de la iglesia, para hacer honor a la típica escena que muchos tenemos guardada en nuestra mente. De esta forma poníamos punto y final al primer día de excursión, con un gran ambiente, buen tiempo y buenas observaciones de muchas de las especies objetivo.

Iglesia de Boada de Campos de noche.

Al día siguiente nos dirigíamos a la Laguna de Pedraza de Campos para intentar ver algo más que siluetas después de la niebla y el frío de primeras horas de la mañana. Allí nos recibían las cigüeñas blancas, ya instaladas en los nidos de la iglesia del pueblo. Desde allí pusimos rumbo a pie al observatorio de la laguna, empezando a quitar el frío con el paseo y la búsqueda de nuevas especies. En la ida conseguimos sumar algunos fringílidos, multitud de alondras comunes, o un bando de palomas zuritas, también agrupadas en concentraciones invernantes. Pero la sorpresa saltó al ver en el suelo un halcón peregrino de porte notable y color muy pálido que hacían pensar en su origen norteño. Después de examinarlo, las características encajaban con las de la subespecie calidus, procedentes de la tundra ártica. Nos regaló algún vuelo en el que pudimos comprobar que causaba pavor incluso entre las corpulentas cornejas negras. Sin duda, una de las sorpresas de la excursión.

Pareja de cigüeñas blancas en la iglesia de Pedraza de Campos.

Ya en el observatorio de la laguna pudimos disfrutar con menor distancia de algunas de las acuáticas que se acurrucaban allí en las isletas. A destacar, los vistosos tarros blancos y ánades rabudos, o unas agachadizas comunes que salieron volando al paso de un aguilucho. Pero otra de las escenas memorables de la excursión nos la regaló un bando de una treintena de avutardas euroasiáticas, que llegaron y empezaron a «deslizarse» caminando ladera abajo en el horizonte, pudiendo ver con muy buena luz la diferencia entre machos y hembras. Tras esta notable lista de observaciones, decidimos finalizar la excursión dándonos el gusto de ponernos a resguardo en el restaurante del pueblo, donde pudimos volver a entrar en calor y saciar el apetito antes de emprender el regreso.

Enlace de eBird a la crónica de viaje (especies citadas y listas realizadas): https://ebird.org/tripreport/329444

Texto: Juanma Santana, coordinador y guía de la excursión

Imágenes: participantes de la excursión