El fin de semana del 24 al 26 de febrero de 2023 viajamos a Cantabria para disfrutar de sus maravillas naturales, centrándonos sobre todo en la invernada de miles de aves acuáticas. Sumamos más de 70 especies de aves (consulta la lista), algunas muy destacadas, como alcatraces, gaviotas escasas, anátidas norteñas, colimbos, cientos de limícolas, y la espátula común, el emblema del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.
Día 1
Empezamos la excursión en la localidad de Bareyo, cuando todo el grupo se juntó después de la hora de comer del viernes. Fuimos directos a echar un vistazo a la Ría de Ajo, aprovechando la concentración de aves en estas zonas intermareales. Un grupo de avefrías nos dio la bienvenida, agradándonos con su llamativo plumaje. En el agua se movía un pequeño bando de silbones europeos, en los últimos días de su periplo invernal en la Península Ibérica. También era llamativa la numerosa concentración de gaviotas. Entre las más comunes, como la reidora, la patiamarilla, la sombría, pudimos ver muy bien unos pocos ejemplares de gaviota cana y gaviota argéntea europea, que no crían en nuestras latitudes, y que son invernantes escasos.
Más tarde nos desplazamos hasta el cercano Cabo de Ajo. Allí, nos asombramos con los impresionantes acantilados costeros y su dinámica de oleaje. Prueba de ello es la formación de la Cueva de la Ojerada, como resultado de la erosión marítima. Echando un ojo al revuelto mar, pudimos ver una silueta blanca surcando las olas, con un nombre tan impresionante como su forma de vida: el alcatraz atlántico. Con su gran envergadura, esta ave marina destaca por su combinación de planeos y los increíbles picados para zambullirse y pescar. Con las últimas luces del día y esta bonita estampa, nos despedimos haciendo el recorrido hasta el adornado Faro de Ajo, con narcisos en sus praderas.
Día 2
El sábado amanecimos en Santoña, con muchas ganas de empezar la visita al parque natural. Nos acercamos en primer lugar al puerto, para echar un breve vistazo a los bandos de aves allí congregados. Como destacado, unas 200 barnaclas carinegras alimentándose de plantas acuáticas del género Zostera. Este invierno han llegado a contarse más de mil ejemplares, cuando hace una década solo acudían unas decenas. La disponibilidad de alimento ha hecho crecer el número hasta estos niveles. No podía faltar la visita al centro de interpretación, donde aprendimos un poco más sobre este espacio natural y sus habitantes. Como comentario general, destacamos lo didáctico de las maquetas, muy bien ambientadas y recreadas a escala real.
El plato fuerte de la excursión llegaba a continuación. Nos esperaba la visita en barco por la ría del Asón, de la mano de Aves Cantábricas. No puede faltar esta actividad si se va a Santoña entre noviembre y marzo. Divididos en dos turnos, pudimos disfrutar de un auténtico espectáculo en primer plano. Y, por suerte, con una coincidencia casi total de las especies que vimos ambos grupos. Para empezar, un joven alca común nos saludaba desde cerca del puerto, mientras prepara su viaje hacia el norte alimentándose y descansando. En la misma situación estaban otras cuantas especies. Uno de los platos fuertes son los colimbos, y allí en Santoña citamos las tres especies más habituales, el grande, el chico, y el ártico. Y otra de las que vimos mejor fue la serreta mediana, agrupadas en un pequeño bando. No hay muchos sitios donde disfrutar y ver tan bien esta combinación de acuáticas invernantes. Entre las especies residentes, y ya con plumaje nupcial, pudimos deleitarnos con los somormujos lavancos y los zampullines cuellinegros y sus doradas crestas.
Ya por la tarde cambiamos de ambiente. Dejamos el estuario para hacer una ruta por el Monte Buciero, una gran mole de caliza que despunta frente al mar. Allí también cambiamos el foco, fijándonos en las curiosidades de la vegetación. El denso arbolado está formado sobre todo por la encina cantábrica, Quercus ilex ilex, la subespecie típica del clima atlántico. Sus hojas más alargadas y menos pinchudas son el reflejo de la ausencia de estrés hídrico. La presencia de esta especie y otras similares nos hacen rememorar el clima más húmedo y caluroso del Terciario. Aquí encontraron refugio a los posteriores periodos glaciares, y se mantienen presentes el laurel, el labiérnago, el aladierno, o el madroño. Y muchas plantas trepadoras y helechos, que nos recuerdan en conjunto a los bosques de laurisilva. Despedimos la jornada en el mirador de la Peña del Fraile, con unas vistas impresionantes, adornadas con los vuelos y reclamos de una pareja de halcón peregrino.
Día 3
Llegamos al último día de la excursión, para el cual dejamos la visita a otros sitios destacados imprescindibles. No puede faltar la parada en el observatorio de La Arenilla, donde desde hace 6 años hay afincado un macho de éider común. Esta gran anátida de los mares del norte llega a nuestras costas como invernante escaso. En el caso de este individuo residente, llegó como juvenil en su primer viaje, y nunca completó la migración de vuelta. Se especula que no tenga una condición adecuada, aunque aparentemente está sano. De hecho, allí estaba nadando y buceando, capturando moluscos de los que se alimenta.
También nos pasamos a echar un vistazo desde el monasterio de Montehano, otro de los sitios destacados en cuanto a paisaje y especies citadas. Allí despedíamos a otro invernante escaso, el zampullín cuellirrojo, que hasta hace no mucho era considerado rareza en España. También vimos un grupo coordinado de cormoranes grandes pescando, con un séquito de gaviotas reidoras y garcetas comunes detrás de ellos, para aprovechar el revuelo y los posibles descartes.
Para terminar, hicimos la ruta por el canal de Boo, en la marisma de Bengoa, donde la dinámica intermareal pierde protagonismo, el nivel del agua es más estable, y surgen carrizales y otras isletas de vegetación palustre que fijan el suelo. Aquí se congrega la colección de anátidas no buceadoras como las cercetas, los cucharas, o los ánades azulones y frisos. También se incrementa la presencia de ardeidas como la garza real, y el ave emblema del parque natural, la espátula, aprovecha este lugar como zona de alimentación, con su característico movimiento para filtrar pequeños invertebrados acuáticos. Con esta bonita imagen, nos despedimos de Santoña hasta la próxima.
Texto: Juanma Santana
Fotografías: Jaime Latorre, Carla Culebras