Los grandes carnívoros en la península Ibérica
De las quince especies de carnívoros que habitan la península Ibérica (sin contar las especies exóticas), hay tres grandes carnívoros que por su tamaño, escasez y discreción, acaparan la atención de los naturalistas.
Como ocurre con todos los grandes depredadores, son especies reguladoras del ecosistema, ya que se encuentran en lo más alto de la pirámide trófica. Al mismo tiempo se trata de «especies paraguas», emblemas de la conservación cuya protección implica necesariamente la protección de todo su ecosistema.
Y, por supuesto, son animales fascinantes.
El oso
El oso pardo (Ursus arctos) es el mayor de los carnívoros que pueden encontrarse en la península Ibérica.
Sobreviven actualmente dos poblaciones desconectadas entre sí desde hace 50 o 100 años, una en la cordillera Cantábrica (220 osos) y otra en Pirineos (25 osos, todos introducidos provenientes del este de Europa). Ambas poblaciones están a su vez divididas por lo que el intercambio genético es muy limitado.
Este es precisamente el principal problema para su conservación. La construcción de nuevas infraestructuras dentro de su hábitat, la falta de corredores ecológicos y la caza furtiva (especialmente el uso ilegal de lazos y venenos) suponen también graves amenazas para la especie.
El lobo
El lobo ibérico (Canis lupus signatus) ancestral señor del monte ibérico, arrastra aun una inmerecida mala fama que le llevó al borde de la desaparición .
Al inicio del siglo XX, el lobo ocupaba prácticamente toda la península Ibérica. Desde entonces y hasta hace unos pocos años, se ha venido registrando una reducción tanto del área de distribución como del número de ejemplares de este cánido.
La desaparición alcanzó su nivel más drástico en las décadas de 1950, 60 y 70, debido a la persecución sistematizada para acabar con la especie por parte de las administraciones que la consideraban una alimaña.
La población se distribuye de forma bastante continua en el cuadrante noroeste de la península (Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Madrid y Tras-Os-Montes en Portugal) a lo que se suma alguna población flotante (Sierra Morena y Cataluña).
La tendencia de la población va revirtiendo, debido al cese de las cacerías sistemáticas y a la gran adaptabilidad de la especie. Sus principales amenazas siguen siendo la caza y el uso de venenos.
El lince
El lince ibérico (Lynx pardinus) es, no cabe duda, el emblema animal de la Península ya que no vive en ningún otro lugar del mundo.
En peligro crítico de extinción, se reparten en dos poblaciones sin conexión entre ellas: Sierra Morena y Doñana. A estos habría que añadir las recientes poblaciones de Guadalmellato (Córdoba), Guarrizas (Jaén), valle del Guadiana (Portugal) y Granadilla (Extremadura) creadas en los últimos años con animales liberados procedentes de otras poblaciones y de centros de cría en cautividad.
A pesar de los esfuerzos para salvarlo de la extinción, el lince ibérico está aun lejos de alcanzar este objetivo.
En libertad viven unos 320 animales y la población del programa de cría suma otros 100 ejemplares en cautividad.
Las principales amenazas sobre el lince son el bajísimo número de individuos y la desconexión entre núcleos reproductores, que han provocado una gravísima deriva genética. También causan graves problemas la escasez de conejo, las infraestructuras que fragmentan su hábitat (veinte atropellos en 2014 y once en 2015) y el furtivismo con lazos y otras trampas no selectivas utilizadas para el control de depredadores.
¿Cómo observarlos?
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y (ya si eso) Medio Ambiente ha publicado un manual de buenas prácticas para la observación de oso, lobo y lince en España.